Cuando se desea legar el infierno

16/4/12

Chávez en su accionar político se trazó una meta, consciente que para lograrla debería alimentar la brazas de una confrontación fratricida. El momento para esa confrontación lo determinaría la docilidad, el apaciguamiento y la mentira sumados a la necesidad, la oportunidad y la verdad. Dentro de su visión nunca desestimó esa realidad, y consecuente con ésta desarticuló la Fuerza Armada, privilegió una guardia pretoriana y estimuló una serie de organizaciones paramilitares de carácter subversivo que le rindiesen culto a las banderas revolucionarias por él azuzadas.

Ciertamente todo proceso totalitario lleva en su esencia una gran carga fundamentalista que impulsa los mas aberrantes comportamientos, de los cuales ya tenemos referencias, como la matanza que protagonizo “el caballero” Joao Gouveia en Plaza Altamira, entre otros asesinatos y persecuciones que resaltan lo desviado del deber ser de sus ejecutores físicos e intelectuales.

Ese tipo de comportamiento se ha visto estimulado por un discurso barbárico y criminal que deshumaniza al contrario y convierte al propio porta-estandarte en bandera por la cual hay que dar la vida, dar la vida por su defensa y hasta darla por su idea.

Chávez no ha dado puntada sin hilo en la confección de su mortaja, ya desde el año 92 y el “por ahora”, continuado con el “para siempre”, ese hombre que su épica es la derrota ha logrado convertir su andar  en un constante sembradío de odio, cada surco trazado son heridas que va abriendo en el corazón de cada venezolano y meticulosamente riega sal en ellas buscando que se hagan mas profundas y dolorosas, ha contado en su labrar con el resentimiento y revanchismo propios de la ausencia de cultura, también ha contado con el oportunismo y la corrupción propios de “nuestra cultura”, de esa cultura que se sigue alimentando con promesas de impunidad, sin entender el grado del daño hecho en estos años, sin medir las consecuencias que significa la suma de ignorancia, armas y adoctrinamiento.

Como todo comunista ha sido un destructor y como todo resentido un acomplejado más, uno que acumuló poder para dañar, para envilecer, para degradar, para socavar, para adoctrinar, para pervertir,  y así perpetuar su herencia, su legado de infamia y oscuridad.

Pero deseos no empreñan, la racionalidad y la justicia marcarán la senda y establecerán un coto a la locura ideológica, la cual se irá secando y desapareciendo como toda siembra de odio que la historia ha vivido.

Es nuestro deber detener esa siembra y recuperar esta tierra, estamos obligados a restablecer la armonía del país. No podemos permitir que su deseo, que su legado mate el mañana. La identidad nacional es la vía para el logro de ese objetivo, recuperar el orgullo de ser venezolano es la meta hoy, para recuperar el hogar de nuestros hijos mañana.

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