2/4/2008

 
Hace bastante tiempo que el nombre de Isaías Rodríguez se encuentra en el pantano como muchos otros nombres de los próceres de la revolución, pero hoy su penosa y ladina gestión frente al ministerio público merece una mención especial gracias a las recientes declaraciones de uno de sus fiscales auxiliares, quien decidió certificar en una carta dirigida a la actual regente de la Fiscalía General lo que siempre fue vox populi.


 

 











La flagrante violación del artículo 252 del Código Orgánico Procesal Penal en el cual se hace referencia al estado de libertad, dice textualmente "Toda persona a quien se le impute participación en un hecho punible permanecerá en libertad durante el proceso, con las excepciones establecidas en este Código".
Este artículo reivindica el principio de presunción de la inocencia, el cual es violado de manera constante por este gobierno, pero el valor agregado que señala hoy a Isaías como merecedor de un traje a rayas está en su actuación en el caso Danilo Anderson, que es sin duda una de las más resaltantes pruebas de la cantidad de malabares que se vio obligado a realizar el poeta Isaías  para poder cumplirle a su amo y señor.
Si bien la lista de despropósitos jurídicos que puso en práctica durante su gestión en ese ente, el que fuese el primer vice-presidente de la revolución, es tan larga como lo disparates e incoherencias que pronunciaba en cada alocución, Isaías Rodríguez en este caso aprovechó la oportunidad para confeccionar su traje a rayas, en este caso se privó de la libertad a una serie de ciudadanos y aun se mantienen en el exilio otros tantos.
A sabiendas que todo era falso, de manera consciente el hoy auto proclamado candidato a la Corte Suprema de Justicia, autorizó el forjamiento de actas, aceptó y legitimó insólitas versiones de una insostenible mentira y estimuló a que, en base a esas mentiras, se condenara a tres personas y se cegara la vida a otras dos.
Isaías Rodríguez  busca su espacio en el más alto tribunal del país en el momento en que se hace público lo meritorio de su labor en pro de la justicia revolucionaria. La mentira descarada y la sumisión absoluta a las órdenes de Hugo I son requisitos indispensables para optar por la vacante que deja el magistrado Cabrera quien recibe su merecida jubilación luego de la absurda y ridícula sentencia en contra de la Directiva del Colegio de Abogados de Caracas.
Realmente en este país van quedando muy pocos por quien meter la mano, cuando la ambición y los compromisos ideológicos se desatan, se pierde la vergüenza y se mancilla el honor (si es que en algún momento lo tuvieron).

 

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